lunes, 10 de agosto de 2020

Needle and Silk: IV

 



    El Huevo Negro.

    Es sorprendente la facilidad que tienen los seres para no enfrentarse a sus problemas. A mí me resultaría impensable no recorrerme toda Hallownest cada día, por mucho que me flaquearan las extremidades. Un deber, una voluntad, y la siempre presente responsabilidad. Eso es todo lo que necesito para levantarme cada mañana de mi lecho de hierba, agarrar mi aguja, y continuar con el ciclo.

    No soy nadie para juzgar, por supuesto, las decisiones de mis ancestros. No encuentro justo, asimismo, que se tenga en duda la buena voluntad de estos, su línea de razonamiento en pos de superar una crisis de aquel calibre. Sin embargo, a pesar de considerarlo injusto, me veo incapaz de evitar preguntarme si la concepción del Huevo y lo que oculta dentro, no fue sino una enorme alfombra bajo la cual barrer el problema. Al fin y al cabo, ¿no vuelve a crecer una mala hierba, a no ser que la arranques de raíz? Creo que tanto vivir entre matojos me está afectando.

    Aunque todo sea dicho, alcanzar esa raíz no es lo que solía decirse ``pan comido´´. La infección… una enfermedad que comienza con un sueño que te llama. Que te promete unión. Que te promete la liberación del yugo. Una pena que ese yugo sea el de la consciencia individual. Pero bueno, que me disperso… Si suponemos que los sueños son el origen… ¿Significaría eso que habría que dejar de soñar? ¿Cómo deja alguien de soñar? Ah, claro… sin mente, voz y voluntad… Todos los caminos conducen al error. Bueno, tampoco pensaba encontrar una solución escribiendo un diario en mis ratos libres. Eso sí que sería un insulto a las grandes mentes del pasado.

    Acabo de volver de una ronda rápida. He escuchado algo extraño mientras divagaba sobre todo este tema, y he ido a investigar. He bajado al nivel inferior, y no he encontrado nada. Cualquiera que lea esto podría respirar tranquilo, o mejor, tacharme de exagerada o excesivamente alerta. Pero para que me entendáis, que no haya nada, ni nadie, a lo largo y ancho del frondoso túnel que sirve como hogar a cientos de seres del musgo, es algo bastante inusual.

    Bueno, decir que no había absolutamente nadie sería mentir. Un pequeño musgoso pustuloso temblaba en un rincón, agazapado entre arbustos. Parecía aterrado. Eso ya me pareció desde el principio una bandera roja, ya que aquellos afectados por la infección pierden toda facultad mental, incluida la capacidad de sentir miedo. Sin embargo, según me acerqué más, vi que estaba agachado por otra razón.

    Junto a él, había otro de su misma especie. O lo que quedaba de él. Había reventado en una masa anaranjada y pegajosa. Eso, para empezar, no es nada de lo que extrañarse. Los seres musgosos tienden a explotar aparatosamente cuando la infección ha corroído su interior. Ya pensé en retirarme a pensar en lo ocurrido, cuando advertí algo insignificante, flotando en sus pensión sobre el caldo burbujeante.

    Una minúscula, casi imperceptible, voluta de sustancia negra. La toqué. Reaccionó de forma violenta, tratando de atacarme. Por suerte, fui rápida y la sacudí de mi brazo antes de que fuera demasiado tarde. Estuvo cerca, pero al menos todo quedó claro. Otro fantasma ha llegado a Sendero Verde.

    Quizás esta entrada sea algo más corta de lo que quería que fuera, pero las prioridades son las que son. El fantasma estará cerca, y debo eliminarlo. La progenie maldita no pasará jamás, por encima de mi cadáver. Es mi misión, es la razón de que siga respirando. Pero basta de divagar, marcho en su búsqueda. Será rápido, como con los otros.

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