jueves, 20 de agosto de 2020

Needle and Silk: VII

 

    

    Vale, esto es ciertamente inusual. Como dije que haría, me preparé a conciencia  me dirigí como el rayo a las profundidades de los territorios de la raza fúngica, donde viven las Mantis. Al llegar, algunas de sus súbditas me pusieron las cosas difíciles, ya que no me reconocieron al instante. O tal vez estarían aburridas, de que no ocurriese nada. No las culpo, conozco muy bien esa sensación. Por suerte, algunas mantis de mayor rango me recibieron con su tradicional reverencia, regañando a las larvas que intentaron atacarme antes. A pesar de su ferocidad en combate, como ya dije con anterioridad, el honor es una virtud que esta tribu atesora desde hace épocas, y saben reconocer y admirar a los grandes guerreros, entre los que, dejando aparte la modestia, se encuentra una servidora.

    Una comitiva me escoltó hasta la sala de los tronos, en los que las tres hermanas Mantis, líderes de la tribu, me esperaban, imponentes. Tras una reverencia, me preguntaron el motivo de mi llegada. Relatándoles mi encuentro con el fantasma, noté como la más joven se ponía algo nerviosa. Mientras sus hermanas me escuchaban sin mover una sola extremidad, noté como su lanza temblaba entre sus patas delanteras. Un detalle tan baladí no pasó, sin embargo, desapercibido por mi parte, así que le pregunté la razón de su intranquilidad. Aunque al principio las otras le instaron a que no dijera nada, quizá para no interrumpir mi explicación, al final acabaron por desvelarme lo que ocurría: el fantasma les había derrotado. A las tres.

    La mayor tomó la palabra, entonces. Me contó, según recuerdo (dado que transcribir su declaración me resultaría imposible, pido perdón por adelantado por mi falta de certeza), que apareció por la noche. Haciendo vigilancia se encontraban sus más avezados guerreros. Muy pocos, sin embargo, sobrevivieron. En un principio me costó creerles, ya que no me imaginaba al fantasma evitando las garras veloces de insectos tan letales. Mis dudas se disiparon cuando me revelaron que tenía en su poder una capa de ala de polilla. Me costó unos tres segundos adivinar donde la había conseguido. Fue por mi culpa. Por marcharme de la batalla tan rápido, saqueó el cadáver de su hermano, que debió obtenerla antes de enfrentarse a mí hace tanto que ni me acuerdo.

    Como decía, esa capa le permitía moverse con gran agilidad, lo cual le dio la movilidad necesaria como para evitar los sincronizados ataques de las Mantis. Mencionaron también el hechizo de espíritu vengativo, lo cual me hace imaginar que ya lo domina a la perfección. A la pregunta de qué hicieron tras caer derrotados, me respondieron con un simple 'con honra le permitimos continuar su camino'. Sentí una frustración indecible, pero sabía que no valía la pena luchar contra las arraigadas convicciones de la tribu. 

    Lo que ya acabó con mi paciencia. fue conocer que le habían permitido llevarse una garra de mantis. Furiosa, no pude evitar reprocharles no solo su actitud pasiva ante la llegada de alguien como él, sino su intención de ayudarle en su empresa con una herramienta así. Su lacónica respuesta fue, tal como esperaba: 'Él la cogió, y nosotros no le detuvimos. No podemos negar algo así a un guerrero de su calibre'. Se admira a las Mantis por su fortaleza mental, pero en ese momento me parecieron la especie más estúpida de Hallownest. Contando a los pustulosos, por supuesto.

    Sea como fuese, les expresé mi deseo de entrenar con ellas, que aceptaron de inmediato. De hecho, esto lo estoy escribiendo desde una pequeña celda que me han cedido, mientras se preparan para nuestro duelo, que tendrá lugar en breve. He de decir que es más cómoda que la colcha de musgo a la que estoy acostumbrada. Bueno, ya llaman a la puerta, debe ser un paje avisándome de que va a comenzar esto. Volveré al terminar el enfrentamiento. A ver si con el fragor de la batalla consigo olvidarme un poco del revés que supone que ese fantasma siga libre, ahora más peligroso que cuando lo encontré.

    

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